En 1864 en Rusia, Piotr Arseneevich Smirnov, sabía que estaba en camino hacia algo bueno, percibió una oportunidad en los campos de maíz vecinos y se dispuso a hacer el mejor vodka del mundo.

Su impulso emprendedor y la temprana decisión de desarrollar recetas con los ingredientes más puros, hicieron crecer rápidamente la reputación de sus vodkas.

Tras algunos altibajos, el éxito europeo y el final de la Prohibición en 1933, Smirnoff vendió los derechos de distribución a Estados Unidos. Al principio los consumidores estadounidenses sólo amaban el whiskey y no les interesaba otro tipo de licor, pero en 1940 algo cambió, a raíz de la Gran Depresión el público se aventuró a lo desconocido, permitiendo el vodka brillara a través de las bebidas combinadas, como los cocteles a base de vodka.

Solo los granos más finos son cuidadosamente seleccionados para crear un alcohol de grano neutro, que luego es triplemente destilado, un proceso que purifica el alcohol y dandole un espíritu más ligero. Una vez que se destila el alcohol, este ingresa al sistema único de filtración de carbón, donde pasa a través de 10 columnas de carbón durante un máximo de 8 horas, para eliminar cualquier impureza restante. Finalmente, el licor se mezcla con agua pura desmineralizada para ser embotellado, dando como producto un vodka excepcionalmente suave.